4 - La Etapa Escolar
En el momento en que el ser humano, inicia el proceso escolar, esta iniciando una nueva era dentro de su existencia, pues comienza a vivir una serie de experiencias que le serán de suma utilidad en el desarrollo de los diversos sucesos que deberá enfrentar a lo largo de su vida. Ello no solo en el área especifica de la "enseñanza escolar " sino en los hechos convividos con los compañeros del aula, con los que aprenderá también a compartir varias cosas que hasta ese momento eran de su entera exclusividad.
En el caso de los discapacitados, y en el mío en particular, ello se multiplica, pues el ámbito escolar actúa como una tijera que "corta" en forma literal, el cordón sobreprotector, que une a los padres con el hijo minusvalido.
Tal como lo exprese mi ingreso en la institución ,me sirvió mucho, y no quiero ser reiterativo en conceptos ya vertidos, por lo que voy a dejar brevemente la narración de mi vida, con el fin de ofrecer algunos aspectos vinculados a la historia de la escuela. Para ello, me voy a permitir citar, parte de un articulo escrito por la Srta. Directora Elsa Feileco, en una publicación interna, y donde textualmente dice: "La escuela Franklin D. Roosvelt, única dependencia de la asociación nacional para el niño lisiado, es una escuela privada subvencionada por el estado, es decana de las escuelas similares, ya que fue creada especialmente para paralíticos cerebrales en el año 1941. A lo que agrego yo que mas precisamente fue el 17 de noviembre de ese año, como resultado del esfuerzo de un grupo de padres y técnicos interesados en dar atención pedagógica especializada a niños discapacitados motrices, se fundo como escuela, y esta característica especial permanece hasta el momento actual.. En aquel entonces se llamaba escuela primaria y de corrección motriz, cambiándose el nombre en homenaje al presidente de Estados Unidos quien también fue discapacitado motriz.
Allí se brinda atención, educación, preparación para la vida, rehabilitación del niño lisiado físico de inteligencia normal, por eso además de la atención del paralítico cerebral, -continua diciendo la Srta.Feileco- se atienden poliomeliticos, distrofias musculares, malformaciones congénitas, etc. Mas adelante señala que, "esta escuela recibe alumnos desde la edad de tres años y medio hasta la adolescencia, consta de ocho clases desde jardinera a 6º año e ingreso además de una clase preprimaria", debo manifestar que cuando ingrese lo hice directamente a jardinera.
El edificio de la escuela, se encuentra ubicado en la Avenida Millan 4205, en una majestuosa casona con el estilo propio de la zona, con un amplio parque donde luego se construyo una edificación para centralizar los talleres de encuadernación. Y manualidades en general, donde se les brinda trabajo a los ex alumnos que la parálisis no les ha afectado en grado importante a los miembros superiores. El edificio central tiene una escalera enorme para entrar al mismo. Como se ve, debí relatar en tiempo pasado, ya que hace bastantes años que no concurro y desconozco si se han producido cambios.
La mencionada escalera daba a un gran hall central. Entrando a mano derecha , estaba jardinera, mientras que a mano izquierda, estaba el aula que correspondía a primer año. Al pie de la escalera, habían dos leones de mármol, uno a cada lado. Me encantaban pues siempre tuve (y tengo) un cierto aprecio por ese majestuoso felino, considerado como se sabe el rey de la selva. Siempre, o casi siempre, que se terminaba la clase, al bajar la escalera, mi madre o mi padre me ponían sobre el lomo de la estatua, lo que me causaba una sensación de potencialidad frente a la vida. Las dos aulas daban al frente, mientras que un poco hacia el fondo a la izquierda, había un cuartito donde casi siempre estaba la Srta. Feileco atendiendo las inquietudes de los padres y del personal docente. Además era una excelente foniatra, y a algunos alumnos nos daba el tratamiento correspondiente. En mas de una oportunidad, me lo brindo a mi enseñándome incluso la respiración adecuada a través de ejercicios específicos.
Entrábamos a clase a las ocho de la mañana y salíamos (algunos) a las doce horas y treinta. Digo algunos, pues la mayoría se quedaban a almorzar y, posteriormente, realizaban tareas de fisioterapia. Ese no era mi caso, pues durante dos o tres días a la semana, iba como ya lo manifesté a hacer ejercicios físicos, a la dependencia de la mutualista donde se centralizaba esta actividad. Como dije era tratado por la fisioterapeuta Margarita Basso, quien a los cinco años de edad, nos propuso una idea innovadora teniendo como base que a los tres años, una señora amiga me había regalado una especie de triciclo, pero sin pedales y, pese a mi deficiencia motriz en los miembros inferiores, lo hacia andar lo más, cual si fuese un andador, dando vueltas en las habitaciones de la casa de la ciudad vieja. La idea consistía pues, en hacer un triciclo de verdad, vale decir que tendría pedales, los cuales llevarían unas correas a fin de sujetarme los pies, además de tener una estructura adecuada a mi caso. Esto es que tenia un aro alrededor de mi cuerpo, y dos rueditas pequeñas, a fin de estabilizarme, pues uno de mis mayores problemas lo constituía la falta de estabilidad de esa forma, me sentía seguro.
Así fue como me independicé en un sesenta y cinco por ciento, más aun cuando en la casita de Lagomar, mi abuelo y mi padre hicieron en derredor de la casa, veredas de cemento, ya que hasta ese momento, la arena rodeaba la edificación. Me trasladaba desde adelante hacia el fondo de la vivienda. Entraba y salía de la misma con la mayor naturalidad. Claro, alguien me abría la puerta, pero lo importante es que lo podía hacer solo, y mi minusvalia disminuía de forma singular. Me sentía literalmente libre, pues dentro de los limites de la casa, podía ir a donde quería. Es muy importante para un discapacitado, poseer la mínima independencia, sea de la forma que fuere. Luego ese modelo les sirvió de base a otros pacientes de Margarita Basso. La usé hasta los doce años con alguna pequeña modificación en su estructura original. En resumen, aquel triciclo me sirvió mucho.
Retomando mi etapa escolar, la cual es obvio decirlo, iba en forma paralela con los demás elementos que integraban mi vida. Debo manifestar que en jardinera se nos enseñaba especialmente manualidades, con el cometido de ejercitar los miembros superiores y el sentido del tacto. Entrando al aula, hacia el fondo de la pieza, había una especie de mesa grande con un borde en donde había arena con la cual jugábamos y realizábamos ejercicios de afinamiento motriz. A la maestra le decíamos todos "Mima", inclusive así le llamaban las otras maestras. Era una persona muy agradable, con un carácter suave y dulce al mismo tiempo, sin dejar de ser recta cuando ello tenia que ser. Recuerdo que una vez se hizo en la escuela una función de títeres. Por aquel tiempo estaba muy de moda el cantante español Rafael el que tenia por costumbre al finalizar su actuación saludar agachando su cuerpo. A mi me gustaba mucho ese cantante al punto de que al culminar la función, los títeres saludaron como corresponde, y a mí me dio por saludarlos al estilo Rafael. Ahí obtuve de mi maestra, un serio rezongo, pues lo que estaba haciendo yo, no era en lo más mínimo como se debe saludar. Sin duda que aquel rezongo, me sirvió mucho, aprendí que aquel gesto, constituía parte de un espectáculo que realizaba el cantante, pero que en la vida real no se debería saludar así.
Podría narrar innumerables recuerdos y anécdotas sobre mis compañeros de clase, y lo que hacíamos allí. Pero voy a recordar un hecho, muy simple si se quiere para un ser normal, pero que reúne los requisitos necesarios para confirmar que la palabra o frase " No puedo hacerlo " no tiene que tener cabida dentro del ser humano. Todo pasa por (si se quiere ) tener una cualidad que se llama fuerza de voluntad. Pobre del ser humano que carece de ella.
En los pocos años de existencia, nunca había agarrado una aguja de coser, pero aquella seria mi primera vez. La experiencia consistía en pasar un hilo a través de un zapato dibujado en una hoja de papel, para que ese hilo que en realidad era un trozo de lana, se asemejara a los cordones del zapato. Efectuar esa tarea me insumió una hora y media, pero lo pude hacer. Dicho así, parece algo frívolo muy simple, pero para un ser con movimientos incordinados, esto se puede convertir en una hazaña. Se trabajaba mucho con plasticina, con el fin de agilizar las manos y perfeccionar el sentido del tacto. La clase tenia once alumnos divididos en dos mesas. En la que estaba yo ubicado con una silla especial que me daba también seguridad, pues aunque era de madera, tenia en la parte delantera, una maderita que oficiaba de seguro frente a mi inestabilidad. La referida mesa, estaba al frente de una gran ventana por la cual penetraba el hermoso y siempre ansiado sol invernal. Yo estaba al frente del ventanal, y al lado mio tenia por compañero a un chiquilín a quien no se le habían desarrollado las piernas. Le decíamos o lo llamábamos Palito. Una vez no recuerdo por qué discutimos y el me dio un puñetazo. Yo no sabia hasta ese momento defenderme ya que me encontraba sobreprotegido, y ello no es bueno porque el ser crea una dependencia muy difícil de superar. Los padres sienten que sus hijos minusvalidos son incapaces de hacer frente a las múltiples adversidades de la vida. Y no es así. Es cierto que al sobreprotegernos se nos anula en una amplia gama de aptitudes que podemos y debemos desarrollar por nuestro propio bien. En esa dependencia creada se forma un circulo, pues al sobre proteger al hijo discapacitado los padres u otro familiar se convierte en dependiente de el. De ahí deriva en buena parte, la importancia que tienen las instituciones pedagogicas para minusvalidos. He salido del esquema trazado desde el punto de vista argumental de mi vida, con el propósito de analizar a mi manera, esa situación peculiar que se da en los hogares con hijos con alguna clase de minusvalia. Está de mas decir que me he puesto, como es lógico en la perspectiva clara y contundente de hijo discapacitado. Me permito remarcar y reiterar que no es bueno la sobre protección en grado extremo.
Este hecho que culmino de narrar lo demuestra, a la vez que digo que a través de el, obtuve una nueva lección en mi existencia, pues mi padre me enseñó que en el momento de ser atacado, hay que repeler la acción de la misma forma. Es decir, no dejarse amedrentar por nadie. Posteriormente, palito y yo nos hicimos muy buenos compañeros, al punto de que cuando pasamos a primer grado se llevó a cabo un partido de fútbol en el que participé gracias a la paciencia de mi madre quien, sujetàndome por debajo de los brazos, ayudaba a palito a atajar los pelotazos ya que él era el arquero, y nos complementábamos exitosamente. Todos nos ayudábamos de una manera o de otra, las deficiencias que teníamos, y que tenemos lógicamente.
Quiero resaltar la dedicación y la paciencia de todo aquel plantel de docentes que nos educaron de la mejor forma. Algunas (como todo en esta vida) ya no están entre nosotros. Con algunas no llegué a educarme , pues como veremos más adelante, finalizado primer grado, dejé la escuela, pero de cualquier forma mantuve un contacto fluido con esas maestras. Y llegó fin de curso. En jardinera, al igual que en otras aulas, todo era algarabía, pero tal vez allí era mayor, pues para muchos serían las primeras vacaciones importantes, o de mayor duración.
La fiesta de clausura del año escolar, era muy linda en varios aspectos. Primero porque en dicho evento, participaban la mayoría de los alumnos demostrando sus habilidades y cualidades ya fuese cantando, danzando o, inclusive ejecutando alguna pieza musical, mediante diversos instrumentos adecuados. Para ello todos los jueves teníamos una clase de canto y expresión corporal a cargo de Teresita, que así se llamaba esa excelente profesora. Siempre que cantábamos, mi mano derecha (la parte más afectada por la parálisis cerebral) se me levantaba, debido a un reflejo de mi sistema nervioso, el que al querer hacer todo bien se tensionaba dicha parte, no lograba controlar adecuadamente. Pese a ello, mi tenacidad y esfuerzo, podía bajarla un poquito. La habilidad de aquellos muchachos al danzar era digna de admiración, fundamentalmente al bailar el pericón nacional, pues debían enrollar y desenrollar al compás de la música nativa, una cinta a una especie de caña tacuara. Luego se cantaban villancicos ante la llegada de las fiestas tradicionales de Nochebuena y Navidad Luego la Srta. Elsa Feileco en su calidad de directora, tomaba la palabra para anunciar quienes pasaban de grado. Ese momento era de enorme expectación, tanto para los padres como para los alumnos. Finalizado ese momento, decía con su voz grave y potente "...y ahora llega Papá Noél". Y todos en gran coro catábamos un estribillo muy fácil pero muy alegre. Este decía: "vendrá Papá Noél, vendrá Papá Noel, vendrá, vendrá, vendrá:.." esto se repetía hasta que aparecía el hombre barbudo, vestido de rojo y cargado de juguetes para los que estábamos allí. En aquel salón grande, reinaba la ilusión, pues cada uno íbamos a recibir el regalo que le habíamos solicitado a ese hombre mágico. Si bien mi madre me había contado cuando tenia tres años, que ni Papá Noel ni los Reyes Magos existían, yo guardaba esa ilusión mágica y esperanzadora. Una vez finalizada la ceremonia, saludábamos a la maestra y cada cual con nuestros regalos, nos íbamos a nuestros hogares hasta el año próximo, cuando reanudaríamos el periodo escolar de nuestra vida. En otra clase, con otros compañeros, pero con la calidez que emanaba de aquel cuerpo de docentes y profesores que daban muchas horas de su vida, para educarnos e insertarnos en la sociedad.
Una sociedad que aún no había evolucionado adecuadamente, y que veía a los discapacitados como "bichos raros" cuando andábamos por las calles, (tal vez hacia el médico, o tal vez, simplemente paseando).
Ello ocurría principalmente, porque la familia los "escondía" en sus casas, privando de esa manera a la sociedad, de conocer el problema en su real dimensión. En esa época me asombraba de ser el único ser minusválido que transitaba con una silla de bebé, con ruedas adecuada a mi edad, por toda la Avenida 18 de Julio. La gente me miraba, principalmente los chiquitos de mi edad que les preguntaban a sus padres: "¿Qué le pasa, está enfermo?". Esa pregunta que provenía de un ser ingenuo y que desconocía la realidad, tenia en cierto modo un acento doliente. Si bien yo no sufría de complejo de inferioridad, me causaba sonrojamiento debido a mi timidez, pues pese a desenvolverme en forma "normal" en la escuela y otros lugares públicos, era (y soy) tímido. De esa característica tal vez provenga la causa de no haber sabido concretar ciertos tramos de mi vida.
Cuando tenia cuatro años hizo su aparición en la escena de mi existencia, alguien que fue importante para mí. En la manzana de mi casa de Lagomar, como dije, solo habían construidas dos o tres casas. En una de ellas iban a pasar el verano una familia que tenían dos hijos, un varón y una niña. La casa la había construido el abuelo, que tenia dos hijas, una de las cuales era la madre de estos chiquilines. La nena, que se llama Alicia, tiene seis años más que yo, mientras que Gustavo, su hermano, es un año menor que yo, valga la reiteración. Así en una tarde de verano del 67 vino su madre y ella a pedir una taza de azúcar modo ideal de iniciar una relación amistosa que aun hoy continua, pese a que nos vemos esporádicamente. De esa forma, comenzó a modificarse lentamente, el esquema planteado en mi niñez diferente.
Casi todas las tardes, después del almuerzo, venían Alicia y Gustavo a jugar conmigo. A veces venia sola ella, y armábamos imaginación mediante, juegos de diversa índole. Llegado Marzo se regresaban a la ciudad, pues la madre era profesora en un liceo. Nos dejaban las bicicletas hasta el próximo verano. Para mí, se me volvía interminable. Cuando me hicieron el triciclo tuve, lógicamente, más posibilidades de armar juegos que requerían de la necesidad de movilizarme. De este modo, lo vuelvo a repetir, me consideraba un niño normal.
Debo decir que finalizados los cursos del año escolar, la historia se repetía. Yo estaba ansioso de sentir el ruido del motor tambaleante de la vieja cachila que era conducida por el abuelo. Era la clara señal de que ya habían llegado, y un nuevo periodo de juegos y algarabía, daba comienzo. Tal vez por ser mi única amiga de verdad, tal vez por aquello tan natural en esa edad de fantasear con la maestra (¿quién no se ha "enamorado" alguna vez de su profesora?) pero ese no era mi caso. Alicia era una niña de cabello largo y rubio, y ojos verdes. En aquel momento era mi gran amiga, pues además de su belleza física, tenia una enorme paciencia para quedarse tardes enteras en mi compañía, en aquellos inolvidables veranos.
Para redondear el tema, el cual no pretende insertarse en el contexto de un relato "romántico" ni nada que se le parezca, diré que los discapacitados amamos más allá del natural amor que les procesamos a nuestros padres o familiar más cercano. Amamos como cualquier se mortal.
Como he manifestado anteriormente, había finalizado el año escolar, y un nuevo verano hacía su aparición. Junto a él, los preparativos de las fiestas tradicionales de Navidad y fin de año y, por supuesto, de mi cumpleaños que era el sexto. Si, seis años cumpliría en pocos días. Para mí, más allá de la concepción religiosa de la fecha, esas festividades se constituían en verdaderas fiestas, ya que se hacían presentes en nuestra casa parientes y no parientes que compartían con nosotros la Navidad. Desde que nos habíamos instalado en la casa, todos los años mi padre iba a un monte de pinos, y conseguía uno, más o menos mediano a fin de colocarlo en el living, y adornarlo como correspondía con los chirimbolos que íbamos adquiriendo poco a poco, lo mismo que las estatuillas del pesebre que mi madre colocaba en la chimenea mientras mi abuela cantaba villancicos españoles.
Yo contemplaba toda aquella escena familiar, desde la colchoneta donde hacia mis ejercicios diarios de fisioterapia para mantenerme en el ritmo habitual físico. Todo esto que suena tan trivial, para mi representaba una verdadera fiesta, y aquel año mucho más, ya que se juntaría más gente entre amigos, vecinos y familiares. Debajo del pino como es costumbre, se colocaban los regalos que en la mañana navideña, abríamos un tanto ansiosos por saber lo que realmente sabíamos que era. Mi madre colocaba adornos hechos por ella, consistentes en coronas de hojas de pino, que ponía en todas las ventanas. Así, con tan poco, la magia de la Navidad se agrandaba en nuestro hogar.
La celebración de mi cumpleaños la hicimos como siempre, en el garaje, pero aquel año dicho recinto quedó chico ante la presencia de tanta gente plena de algarabía, por lo que me permito valorar a aquel cumpleaños como el mejor de mi vida. Entre los invitados asistieron la Srta. Elsa Feileco y la Sra. Nelly Indart, mi futura maestra de primer grado.
Finalizadas las fiestas, los domingos antes de almorzar íbamos a la playa, y yo disfrutaba de lo lindo, pues mi padre me agarraba por debajo de la barriga y, a mi manera, nadaba. En la escuela, había ciertos días en que se efectuaban clases de natación, pero mis padres por temor a que me sucediera algo, no me habían dado la autorización para concurrir a las mismas. Sin embargo en la playa pese a no poseer un cabal conocimiento de natación, me desenvolvía bastante bien.
Por las noches contemplaba en toda su dimensión el firmamento. Desde pequeño me apasionaba la astronomía y durante mi segundo año en jardinera, una mañana fuimos al planetario. De ahí en adelante esta pasión se fue acrecentando, y ahora tenia la posibilidad de admirar la gran bóveda celeste. Conocía a la perfección los lugares que ocupan cada estrella o cuerpo celeste, los cuales forman figuras de la mitología griega como ser Orion sobre la que existe una historia la cual en forma resumida dice que "...Orion era un ser mortal que se dedicaba en la tierra a la caza. Era un elegido de los dioses mitológicos. Un día en plena cacería se halló con un enorme escorpión, quien le ofreció lucha y resistencia, y pese a ser un diestro cazador, el escorpión clavole su aguijón dándole muerte y en su lenta agonía, logró incrustarle su puñal. Al ver esa escena, los dioses optaron por elevarlos al firmamento, dándole a Orion la jerarquía de inmortal. A fin de que no se volviesen a encontrar decidieron que apareciesen en diferentes épocas del año en el vasto firmamento. Es así que Orion aparece cada seis meses, de septiembre a marzo, mientras que el escorpión completa el ciclo anual, es decir de marzo a septiembre". Debo aclarar que, evidentemente ello ocurre en el hemisferio sur.
Como esta, habían varias historias que me cautivaban la atención, la cual era debidamente alimentada con libros que me regalaban. Así iban transcurriendo los días de aquel verano que si bien era similar a otros, siempre tenia cosas nuevas. Cada día surgían nuevos elementos que iban conformando mi diario existir. Mientras no estaban Alicia y su hermano yo me había creado un mundo especial, en donde la imaginación jugaba un rol importante al carecer de amiguitos en forma permanente, me los había inventado, pasando varias horas del día de esa manera. Tal vez lo narrado roce (para algunos) con una especie de locura, si se me permite el termino. Pero el niño como tal elabora diversas fantasías, y en mi caso personal debía apelar en mayor grado a ese estado de la mente, con el fin de llevar adelante mis juegos. Mi padre casi diariamente me traía cuando llegaba del trabajo, un autito de colección. Por este hecho mi madre se enojaba con él pues decía que me estaba mal acostumbrando, y si en cierta oportunidad de la vida no podía comprármelo, sentía temor de que me volviese caprichoso, ya que hay niños a los que se les brinda una serie de privilegios que coadyuvan a la formación errónea del ser cuando este por diversos motivos se ve enfrentado a la dureza de la vida. Yo comprendía perfectamente esta situación de que cuando hay, hay. Y si no se puede adquirir tal cosa, uno no se debe perturbar por ello.
Durante horas me pasaba jugando con ellos, armando historias que me insumian tres o cuatro horas. Esto era combinado con otros aspectos de mi existencia. Todo esto de alguna manera, contribuía a enseñarme diversos aspectos de la vida, y se insertaba muy bien en la etapa de aprendizaje a todo nivel.
Llego el tiempo de volver a la escuela, de retomar los estudios ya desde primer grado, con una maestra como lo fue Nelly Indart, quien cuando dejé la institución se convirtió en una muy buena amiga de la familia. Volver a la escuela luego de las vacaciones estivales, se torna en algo especial, pues si bien es el reencuentro con "viejos" compañeros, es también conocer a nuevos amigos que compartirían conmigo las horas de clase. Nelly es una persona afable y muy accesible en cuanto al carácter, pero en el aula se hacia respetar dando a los alumnos ese concepto primordial de respeto mutuo. Debo decir que me habían guardado durante las vacaciones la misma silla que había utilizado en jardinera, ubicándome en una mesa rectangular alargada junto a cinco compañeros. Dicha mesa estaba al frente de un ventanal que daba al jardín. Sin embargo, no entraba el sol como ocurría en jardinera. Pese a esto, los rayos del astro rey se suplía a la perfección con el compañerismo que existía entre los alumnos y la maestra. Allí aprendí las bases primordiales de la gramática y aritmética y como tenia la habilidad, si se me permite decirlo de culminar las tareas determinadas por dicha maestra antes que mi compañero que estaba sentado a mi lado izquierdo, le ayudaba a completar la lección de aritmética. Ese niño se llamaba, o le conocía por el apellido que era brizuela. A mi derecha estaba sergio, un chiquilín gordito, que como se dice comúnmente, parecía que rebosaba salud. Sin embargo padecía de una enfermedad progresiva. De chico daba algún paso, pero cuando le conocí ya no podía andar. Posteriormente, cuando dejé de ir a la escuela, a los dos años aproximadamente, me enteré que había fallecido. Enfrente tenia por compañera a Sonia, una chiquilina sumamente vivaracha, cuya discapacidad obedecía a que había contraído la polio una enfermedad que como se recordará, había hecho verdaderos estragos en nuestra sociedad entre la década del cincuenta y parte del sesenta. En la otra punta de la mesa estaba Alejandra, cuyo cuerpo se ladeaba hacia los costados, careciendo de cierta rigidez y control sobre sus miembros. Evidentemente que toda esta descripción puede parecer (y lo es en cierta forma) un cuadro desgarrador, pero es la realidad. Recuerdo que en una Fiesta patria vino a verme mi tía Carmen y mi abuelo. Yo estaba a primera fila, y luego supe que mi tía se puso a llorar al ver tantos seres inocentes padeciendo diversos grados de minusvalia y, pese a ello, hacían lo posible por superarse.
En varias oportunidades, durante la media hora de recreo, en vez de salir al patio a jugar con mis compañeros, le pedía permiso a la Srta. Feileco para ir al aula correspondiente a quinto grado donde había una maquina de escribir eléctrica, bastante antigua por cierto, y transcurría allí la media hora escribiendo frases cortas que había extraído de algún libro que tenia en casa, y que había seleccionado en la tarde anterior. Así comenzó mi pasión por la escritura, pero debido a mi discapacidad motriz me resulta imposible llevarlo a la practica con una maquina común. En el año 1989 pude adquirir una maquina de escribir electrónica con la cual se me abrieron literalmente hablando varias puertas a través de las cuales conseguí muy buenos amigos mediante una plena comunicación con diferentes zonas del planeta. He de decir que con esa maquina elaboré el borrador de esta historia, mi historia.
Justamente, retomando la misma diré que aquel seria el ultimo año que iría a un aula escolar, debido fundamentalmente a dos factores: El primero consistía de cierta forma en un trastorno para todos, pues mi padre nos llevaba a mi madre y a mi en el auto hasta la puerta de la institución. No hay que olvidar que vivíamos a 22 KMTS. De la ciudad. Él nos dejaba allí y se dirigía al taller ubicado en la ciudad vieja. Cerca del medio día nos venia a buscar para llevarnos a la terminal de ómnibus a fin de regresar a casa, y entre una y otra perdía horas de trabajo. El segundo factor radicaba en el hecho de que teníamos pensado irnos del país, mas concretamente a España, pues teníamos entendido que allá había mas adelantos y otros tipos de tratamientos para mi caso. Sin embargo, la enseñanza escolar la continuaría mediante los deberes que me hacia efectuar mi madre, y la completaría en 1973 mediante una maestra particular, realizando de igual modo la secundaria.